Por: Javier Megías, CEO y co-fundador de STARTUPXPLORE, la mayor comunidad de startups e inversores de España, y una de las más activas de Europa.
La época de nuestros padres en la que uno trabajaba 40 años en la misma empresa ha muerto, y no creo que vuelva en un futuro cercano. La presión competitiva, la globalización y la necesaria flexibilización de la economía nos empujan a otro modelo, más ágil.
Desgraciadamente algunas empresas miopes y cortoplacistas interpretan este escenario como una época dorada para exprimir las capacidades de sus trabajadores sin pagarlas… y claro, luego pasa lo que pasa: cuando uno paga con cacahuetes, lo que consigue son monos.
Y aunque muchos toleren la situación porque no existe otra alternativa, cada vez más gente decide tomar otro camino, el del autoempleo. Un camino no exento de riesgos, pero para muchos una estupenda opción… con sus pros y sus contras, como todo.
También puede leer: Startups, hervideros de sueños
Al día de hoy en una economía eminentemente basada en servicios, existen decenas de profesiones que son perfectamente compatibles con esta forma de trabajo, que aunque es cualquier cosa menos fácil, proporciona la oportunidad de explorar su propio camino y desatar su potencial a las personas que optan por ella.
El problema es que a nivel político se confunde una cosa con otra, se confunde el reformar el mercado laboral de España con crear un ecosistema emprendedor, caracterizado por una economía basada en el talento y ex empleados que optan por crear sus propias empresas, por una cultura diferente a la actual:
Una cultura que tiene como referentes a emprendedores, empresarios y creadores, y no a futbolistas, modelos y concursantes de programa de TV.
Pero como el amante inexperto que se afana en quemar etapas, parece que queramos pasar directamente de esa economía tradicional, caracterizada por un mercado laboral basado en el empleo por cuenta ajena, a una economía emprendedora como la de Israel, donde todo hijo de vecino aspira a fundar una startup. Y es que ahora lo que mola es eso de ser emprendedor y tener una startup (que no es lo mismo).
Pero se nos olvidan unas cuantas fases intermedias, absolutamente críticas: primero debemos ser capaces de cambiar la cultura de la gente, formar a los jóvenes en una educación emprendedora y potenciar realmente el autoempleo, pero no como una solución cortoplacista que genera suicidas que lo dejan todo para emprender, sino como un cambio estructural y profundo del mercado laboral.
Y es que antes de que como sociedad estemos culturalmente preparados para aspirar a crear nuestra propia empresa y asumir (de verdad) el riesgo al fracaso del negocio, debemos asumir el riesgo de fracaso personal que implica el autoempleo a través de la figura del autónomo.
Caso de éxito: ¿Cómo pasó Israel de vender naranjas a ser una “Startup Nation”?
Es decir, primero debemos crear realmente una economía donde pueda florecer el autoempleo y donde sea una opción válida y sensata para mucha gente (no algo que se hace mientras no se tiene trabajo), y una vez alcanzado ese punto, pensar cómo podemos dar el siguiente paso y convertirnos en una economía startup (lo que debe ir acompañada de una serie de reformar legales y fiscales mucho más agresivas que la timorata “Ley del Emprendedor”).
Esta entrada fue publicada originalmente en javiermegias.com