Por Nicanor Alvarado
La apuesta se dará con la construcción parcial de una terminal de US$600 millones en el lado pacífico de la vía marina, en un esfuerzo por “diversificar” sus fuentes de ingresos ante lo que significa una potencial hecatombe: la desaceleración económica de sus principales mercados y sobre todo la potenciación de los “factores externos” que amenazan su estabilidad financiera.
El puerto, que ha desatado críticas entre las concesionarias de la industria alrededor del Canal, será el de mayor capacidad del país. Y no solo localmente. La Autoridad del Canal (ACP) aspira a que mueva 3,9 millones de contenedores, 2 millones más de la capacidad del puerto de Brito, proyectado en el pacífico nicaragüense.
La apuesta incluye una terminal Ro-Ro, en la que se incentivará una especie de subindustria de montaje de llantas y asientos de automóviles, que serían exportados después al resto del continente, y un astillero para la reparación de buques post-Panamax, barcazas para la que la vía acuática se ensancha.
Ahora bien, ¿por qué importa tanto lo que Nicaragua impulse con su gran canal? China, el hilo conductor tras la propuesta del canal de Daniel Ortega, es el segundo mayor usuario de Panamá (51 millones de toneladas largas en el 2014). Y el Canal es la “joya de la abuela” más importante del país.
Entre el 2011 y el 2014, la ACP ha transferido al Gobierno central US$4.086 millones en ganancias, el doble de lo que el Estado gastó, por ejemplo, en la construcción de la línea 1 del metro. La autoridad estima que, en promedio, al cabo de esta década habría entregado al país el equivalente al 2,3% del producto interno bruto (PIB) y, en términos generales, habría generado casi una tercera parte de la economía panameña.
Fuera de eso, la autoridad traza una ruta para cumplir con su meta de aportar US$4.200 millones anuales al país una vez ampliado el Canal, cifra que por la crisis que acaece en el mundo fue reducida en el 2009 a US$3.100 millones.
Por eso, Panamá teme las decisiones geopolíticas de China en la región, aunque en silencio. Ilya de Marotta, jefa del proyecto de ampliación, confirmó que desde enero revisan un plan en bruto aun para un cuarto juego de esclusas que acercaría el Canal a las dimensiones de lo que proponen Ortega y Nicaragua.
El administrador de la ACP, Jorge Quijano, reconoció que inversores chinos han mostrado su interés en la obra, que bien se desarrollaría, afirma, con “una cuarta parte” de los US$50 000 millones” que necesita Nicaragua. Pero advierte con claridad que Centroamérica no puede —ahora— soportar las dos obras.