Por Mariela Montero
En Brasil miles gritan: ¡Fuera Dilma!, pese a la llegada por segunda vez de la presidenta al poder. Una molestia similar recorre los callejones de Ecuador, donde el mandatario Rafael Correa es el objeto de los ataques. Entretanto, Chile escucha la voz de sus universitarios que arremeten contra Michelle Bachelet y su falta a la promesa de una reforma educativa.
En una especie de efecto dominó, más hacia el corazón de la región, en Centroamérica, la llama del descontento también está encendida.
“Podría señalarse que un elemento común de estas protestas, es el sentimiento generalizado de que no se está dando respuesta a las principales demandas de la ciudadanía, y a que los beneficios del desarrollo se están concentrando en algunos grupos”, analiza Jorge Mora, director de Flacso Costa Rica. Para Mora el blanco está puesto en los políticos y la política, mientras los escándalos de corrupción son la llama que enciende el malestar colectivo.
Mora también reconoce que la proliferación de protestas en diversos países de la región tiene que ver con el fortalecimiento de la democracia y el malestar acumulado.
En un breve recorrido, Hugo Novales, politólogo e investigador de la Asociación de Investigación y Estudios Sociales (ASIES) en Guatemala, asegura que mientras en Venezuela se denuncia la violación de los derechos humanos, en Ecuador es la libertad de expresión. En la subregión central, que se caracteriza por tener estados más débiles, se percibe una molestia generalizada ante la falta de acción, con ingredientes puntuales como la fragilidad y volatilidad del sistema político guatemalteco, el monopolio partidista en Honduras y el clientelismo en Nicaragua.
Novales reconoce que los movimientos masivos son el resultado de “una ciudadanía que no puede participar por los canales tradicionales” y ve la necesidad de exigir en las calles sus condiciones. A la compleja mezcla que se guisa en las democracias latinoamericanas, se suma el efecto masificador y acelerador de las redes sociales, y la falta de una bandera que distinga a los manifestantes.
El hartazgo social
El analista político Virgilio Álvarez reconoce que lo que se está viviendo en Guatemala es el agotamiento del sistema político ante la corrupción.
“Ha habido un agotamiento de la complicidad pública -clases medias y populares- al darse la posibilidad del enjuiciamiento a importantes políticos. Las dudas y los “chismes” cobraron calidad legal, con lo que la gente se vio “estimulada” a exigir la separación de su cargo de la vicepresidenta (Roxana Baldetti) ya no como una cuestión partidista, sino de los que, aunque sin decirlo, se vieron traicionados por el Partido Patriota” explica Álvarez.
Por otro lado, el experto habla del surgimiento de una esperanza encabezada por un entusiasmo juvenil hacia un país diferente pero además, por la idea de que “ahora es posible”.
El movimiento inició el pasado 25 de abril, cuando los universitarios convocaron por redes sociales a una protesta contra la corrupción, frente al antiguo palacio de Gobierno. El éxito de la llamada animó a nuevas manifestaciones. Las protestas han logrado, de momento, la renuncia de la vicepresidenta, Roxana Baldetti, en un movimiento que tuvo su eco en los medios sociales bajo la consigna #RenunciaYa.
“Los jóvenes estudiantes decidieron salir sin cobertura en el rostro, lo que dio un significado nuevo y diferente a las movilizaciones”, añade Álvarez para explicar que pese al malestar generalizado, las protestas han trascurrido de forma pacífica.
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Galería fotográfica: ¡Y la ciudadanía se enojó!