Mariela Montero
“Esta es la condición humana. Cada uno está en su propio interés, pero luego entra el conductor y, con un pequeño gesto, sucede un milagro: todas esas miles de voces se convierten en una sola y nace el primer sonido organizado” señala Itay Talgam, director de orquesta y conferencista internacional, que compara a los grandes directores con los lideres empresariales.
Talgam se refiere a la importancia de la armonía en el liderazgo y su relación con el trabajo en la empresa. Desde su visión una banda, por más virtuosa que sea, no es más que un conjunto de musicos, que por sí misma (sin la presencia de un tercero que los irganizace) no está en la dispocisión de ejecutar una obra maestra.
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Pese a la habilidad del director para sincronizar su orquesta, Talgam reconoce que al igual que en las compañías, una mala dirección puede es-tropear o dificultar el concierto. En un recorrido por cuatro maestros de la música, el experto detalla cuatro tipos de liderazgo:
-El director supercontrolador: Este puede lograr un gran sonido, pero termina limitando el potencial de los músicos, ya que no permite nada que se salga de su control.
-El director pasivo: También existe el conductor que se limita a seguir las partituras, aunque tiende a dar más libertades que un jefe controlador, puede volverse aburrido y poco retador.
-El director confiado: Aunque la mayoría de empleados quisieran estar bajo un liderazgo de este tipo, puede volverse más cansado, ya que cada uno debe entender el proceso claramente y saber siempre el momento justo para conectarse.
-El director que no dirige: Un último caso es lo que Talgam denomina “conducción sin conducir”, este es el director del diálogo. Lo que busca es delinear el proceso, pero además el contenido, es aquel que entiende que la interpretación puede variar sin alternar el mensaje y dar libertad a sus músicos sin abandonarlos.