Amafredo Castellanos
La farsa y la mentira cansan. Los guatemaltecos no solo lucen apáticos frente a la octava cita a las urnas en la era democrática. Han caído en el cansancio y parecen no estar dispuestos a seguir posando para una foto de la democracia, en esencia vacía. La democracia –se dicen– debe ser algo más que una imagen ficticia.
La aspiración de perfeccionamiento del proceso dejó de tener sentido luego de 30 años. La confianza más bien disminuyó ante un creciente desencanto tras de siete intentos. En este tiempo lo que sí se perfeccionó fueron las estructuras criminales.
“Todo está copado. Las cortes, el Ministerio Público (MP), la Contraloría, todo está copado”, lamenta Manfredo Marroquín, presidente de Acción Ciudadana (AC), capítulo Guatemala de Transparencia Internacional (IT).
“La corrupción es un problema sistémico. El modelo político es parte de ese problema en el que Guatemala está inmersa”, dice por su lado Jonathan Menkos, director ejecutivo del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi).
Las mafias cooptaron las instituciones. En poco tiempo, esta frase pasó de ser denuncia y alerta a simple justificación o excusa de los propios actores políticos, atrapados por la tendencia y la avaricia. Ellos dan la cara en la foto. Las mafias logran evadir el objetivo del lente. Para eso tienen a sus cómplices, aquellos a quienes ayudaron en campaña e hicieron la última revisión de aquel primer discurso cargado de promesas.
“Los guatemaltecos ya no queremos más discursos, queremos que los funcionarios que hemos elegido nos den resultados y ese va a ser nuestro compromiso, trabajar muy fuerte para darles resultados los que nos van a permitir el desarrollo de la confianza de los guatemaltecos en su Gobierno”, dijo el último de los electos, ahora resignado al papel de incapaz o cómplice –según decida figurar en la foto– frente a un clamor de rechazo de más de 15 millones de voces, Otto Pérez.
“A este Gobierno se le acabó la oportunidad. No tiene credibilidad y tampoco tiempo para un giro que le permitiera recobrar la confianza ciudadana. El nombramiento de un nuevo vicepresidente no calma la crisis. La crisis es profunda”, dice Marroquín.
La población también constató que la fórmula militar que el imaginario ciudadano llegaba a considerar como una opción frente a la desacreditada clase política también falló. El experimento fracasó. No hay más confianza en la oferta político-electoral.
Virgilio Álvarez, investigador del Instituto de la Universidad de Estocolmo, afirma que la militarización del Estado al estilo de Pérez solo trajo a la población la anulación de la separación de poderes y un modelo en el que el “elementos fundamental de la democracia”, la negociación de agendas políticas frente a los problemas nacionales, no existió. A su juicio, lo único que se negoció fueron “intereses de los actores particulares”.
Cita las negociaciones con el opositor partido Líder para la aprobación del presupuesto 2015, elección de las cortes y leyes que interesaban al Ejecutivo.
Apatía anunciada
La Dirección de Incidencia Pública (DIP) de la Universidad Rafael Landívar (URL) advierte que el proceso electoral del 2015 presenta como uno de sus principales desafíos la “poca participación en elecciones”.
De acuerdo con un informe del DIP presentado a finales de abril, en 13 de los 22 departamentos del país, el 60% de los electores no tiene interés en participar en las elecciones. Para el momento en que el organismo recogió la muestra, el mayor motivo de rechazo era la campaña anticipada que realizaban los partidos pese a las prohibiciones legales.
Helmer Velásquez, director ejecutivo de la Coordinadora de Organizaciones No Gubernamentales y Cooperativas (Congcoop), indica que “la población responde con total apatía y rechazo a la oferta político electoral, incluso antes de que estallara la crisis en el gobierno [16 de abril de 2015]”.
“Antes de salir a la luz los escándalos de corrupción ya había mucha apatía, porque no se percibía alternativas. Lo único que aparecía en una campaña anticipada era candidatos chatos, planos, sin ninguna propuesta diferenciada, de fondo”, señala.
Por eso, colige el abogado, la manifestación en las calles contra la corrupción en el Gobierno de Otto Pérez también ocurre por la falta de una perspectiva de cambio para el país. “Hay apatía y cansancio contra el modelo político y en las calles se expresa la inconformidad y el rechazo a las diversas candidaturas”, añade.
La magnitud del cansancio social frente al flagelo de la corrupción, por los niveles que alcanzó en el Gobierno de Pérez, desplaza cualquier otro tema. El proceso electoral en marcha no solo pierde interés, sino importancia en el sentir ciudadano.
“El tema de corrupción aumentó 239% solamente durante el mes de abril”, precisa el informe del POP, que también destaca que este “se mantuvo por debajo de ambos [seguridad y justicia y elecciones 2015] hasta mediados de abril y a partir de ese momento predominó claramente como tema más abordado en el interior de las páginas, al igual que en las portadas”.
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