Alejandra González
A final de 2014, la fotografía del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en una llamada telefónica con su homologo cubano, Raúl Castro, ilustró la reconciliación de las naciones, luego de casi seis décadas de relaciones tensas. Hoy, ese mismo hecho agita los aires integracionistas de Centroamérica y reta a sus países a tomar acciones conjuntas ante un flujo de migrantes que crece.
Costa Rica que protagonizó la odisea de trasladar a Estados Unidos a unos 8 000 cubanos varados en el país evidenció los escasos ánimos de Centroamérica de atender sus problemas como región.
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Lo mismo que los más de mil isleños que a enero de 2016 esperaban respuesta en Panamá. El incremento en el flujo de migrantes cubanos tiene su origen en la normalización de las relaciones entre EEUU y el país que preside Raúl Castro, y las posibilidades de que de fin a la Ley de Ajuste Cubano, que le da el privilegio a cualquier cubano que toque tierra estadounidense, tenga visa o no, de poder solicitar residencia permanente un año después de su llegada.
Como resultado de esta provocación y la importancia de las remesas enviadas a Cuba desde la nación del norte, miles de cubanos han buscado salir de su país vía Ecuador, en donde no se les exige visa, generando una ruta que involucra a toda Centroamérica como puente para llegar al país norteamericano, explica Alejandro Barahona Krüger, analista político costarricense.
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Placebos para un mal real
Para los centroamericanos, la crisis se agravó luego de que Nicaragua, por temas de seguridad y soberanía, negara el paso de los cubanos. Esto fue una alerta que obligó al resto de los países a atender una situación coyuntural, que culminó en un plan piloto que permitió a un primer grupo de 180 migrantes llegar a territorio estadounidense, con el apoyo de Costa Rica, El Salvador, Guatemala y México. Para el Vicecanciller de Costa Rica, Alejandro Solano, el plan fue exitoso en tanto “articuló a nivel nacional y regional muchas instituciones que en atención de sus competencias permitieron que los procesos y tiempos se cumplieran, en un marco de seguridad”.
La propuesta, detalló el director de Migración y Extranjería salvadoreño, Héctor Antonio Rodríguez, es hacer movilizaciones similares dos veces por semana hasta terminar en un lapso de entre 4 y 6 meses. Sin embargo, para el sociólogo costarricense Abelardo Morales, esto no vino más que a enardecer el tema de la situación migratoria de los centroamericanos que viene en colapso desde el año 2010.
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Posiciones encontradas
Costa Rica, que forma parte de la Conferencia Regional de Migraciones y, de acuerdo con Morales, cuenta con la política migratoria más avanzada, aún no ha armado la Convención Internacional sobre los Trabajadores Migratorios y de sus Familias y enfrenta un gran desafío, “se ha colocado en una posición que compromete sus acciones a futuro a dar pasos consecuentes con los discursos y acciones exhibidos ante la crisis cubana”, expone el especialista.
Por su parte Nicaragua, que denuncia la presencia de ciudadanos cubanos en la Frontera Sur como presión y chantaje por parte de Costa Rica, reclama una discusión seria y fraternal sobre el tema, y exige la mediación del Sistema de Integración Centroamericana (SICA), con el de establecer responsabilidades claras a quienes promueven estas inhumanas olas de emigración, cuya intencionalidad, no es más que política.
Guatemala, aunque ha rearmado su compromiso integracionista y su vocación humanitaria, siendo sede durante los últimos meses de las reuniones bilaterales entre Belice, El Salvador, Honduras, Costa Rica, Panamá y México, así como de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), para abordar de manera conjunta los retos que representa este fenómeno, solo durante el 2015 deportó a más de 30.000 indocumentados de Estados Unidos.
En el caso de El Salvador, que no representa un paso obligado de migrantes, puso de nuevo en tela de juicio la discusión de una política migratoria regional y que según Hugo Martínez, Canciller de dicho país, tiene dos vertientes: “por un lado busca la protección de los migrantes que circulan por la región centroamericana y, por otro, la de los migrantes regionales, que plantea la búsqueda de una posición de los países de tránsito, receptores de nuestros migrantes”.
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El artículo completo disponible en la revista impresa #103 edición de marzo 2016 de Mercados & Tendencias.