*Por Boris Rios
Muchos se preguntan a qué responde los intereses de empresas chinas en América Latina y el Caribe, una región que se ha convertido en piedra angular de su expansión exterior. Algo parece estar cambiando en su aproximación: el apetito por las materias primas, sobre todo petróleo y minería, aun siendo todavía significativo, ha dejado paso poco a poco a un creciente interés por otros sectores productivos, como las infraestructuras y los servicios, según el último monitor de la Red Académica de América Latina y el Caribe sobre China presentado recientemente en la Ciudad de México.
La presencia de China en América Latina, se ha convertido en moneda de cambio habitual en muchos países de la región: de Chile a México, pasando por Argentina y, sobre todo, Brasil. El gigante asiático ha pasado de tener un papel secundario a ser un actor fundamental para comprender las dinámicas económicas y comerciales de la región. Entre 2010, China invirtió cerca de US$90.000 millones en los países del área, casi cuatro veces más que en los siete ejercicios precedentes.
Pese a la muy reciente ralentización “el dinamismo sigue siendo máximo”, subrayó Samuel Ortiz, profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y coautor del estudio. Buena parte de ese buen desempeño se puede achacar al desempeño positivo de dos sectores: infraestructuras y servicios.
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La búsqueda de materias primas, que ha supuesto el 65% de las inversiones chinas y ha creado más de la mitad del empleo imputable a estas inversiones desde 2001, sigue siendo un factor relevante.
La mayoría de inversiones del gigante asiático en América latina y el Caribe siguen siendo de titularidad pública: entre 2001 y el año pasado, estas compañías supusieron el 77% de los desembolsos de capital y generaron casi siete de cada diez puestos de trabajo relacionados con la inversión extranjera directa china.
Ampliar el ámbito geográfico de las inversiones en América Latina y, sobre todo, invertir para que las instituciones puente entre ambos bloques económicos sean más especializadas –y, en consecuencia, más efectivas– son los dos retos pendientes de futuro.