Por Marcela Jiménez
Decenas de locos soñadores inician la peregrinación hacia Berlín y Tel Aviv cada año. Son jóvenes en su mayoría, no tienen mucha experiencia, pero su cabeza está llena de ideas y la determinación para hacerlas realidad, cueste lo que cueste. No es casualidad, ambas ciudades son mundialmente famosas por sus políticas de puertas abiertas al emprendimiento y, por tanto, por su capacidad de impulsar el éxito de quienes persiguen el sueño de ser empresarios.
Son paraísos del emprendimiento por excelencia, amparados en una cultura tecnológica visionaria y la disposición política y económica para impulsar a los soñadores. Aquí el fracaso es bien recibido y la perseverancia es la virtud más aplaudida.
En los últimos años, Alemania ha fomentado la creación de más de 500 empresas tecnológicas en su capital y el futuro pinta ser aún más prometedor tras la implementación del Plan Deutschland Digital 2015, desarrollado específicamente para apoyar la creación de startups en el país a través de un fondo de más de €70 millones.
Y es que son varias las condiciones que han hecho de Berlín un hervidero de empresas en la última década, entre ellas la cultura alternativa que se ha filtrado en el mundo empresarial, la multiplicidad de hubs de negocios y la constante interacción de emprendedores de diferentes partes del mundo, cita Javier Megias, CEO y cofundador de la comunidad de startups e inversores más grande de España, STARTUPXPLORE.
Pero más hacia el sur en el mapa, a 6.333 km de la capital alemana y con unos 7 millones de habitantes,
Israel vive una situación similar. Para Megias, este es un mejor modelo a observar para una región pequeña como Centroamérica, debido al tamaño de su población y a sus condiciones geográficas. “Todo ello hace que el emprendimiento sea parte de su forma de construir la economía”, comenta el experto.
Israel partió su carrera emprendedora buscando qué les hacía falta para disparar su economía. Así llegaron a la conclusión que aunque formaban muy buenos ingenieros, no eran exitosos en el campo del marketing de las ideas y el proceso de venta, por lo que esa fue la primera parada de su ruta.
De esta forma, el Gobierno creó la Yozma, un programa que financia en un 40% a los emprendedores a través de un fondo de inversión de €210 millones, mientras el otro 60% debe provenir de un track record probado de inversión, por ejemplo desde fondos de Silicon Valley.
“Entonces no solamente trajeron dinero que quizás no era el gran problema, sino trajeron experiencia y conocimiento de cómo se invierte en startups y cuáles son los factores importantes para vender una startup”, explica el español.
El segundo paso fue potenciar la internacionalización de sus emprendimientos a través de la visibilidad que les podían dar los inversores del valle estadounidense, como si fuera una cierta imagen de marca país alternativa y underground.
Para Megias, el éxito de estos paraísos recae en que son ecosistemas emprendedores que nacieron dentro de la misma comunidad, y no como un proyecto experimental del Gobierno de turno. Pero en el grupo de los ganadores, Israel y Alemania comparten podio con Canadá, Francia, Asia y Chile, la única representación latinoamericana en el último “Startup Ecosystem Report”, publicado en el 2012 por Startup Genome y Telefónica Digital.
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