Por Nicanor Alvarado
Aunque suene contradictorio, Panamá no es un centro de innovación en el sector servicios, la base de su economía. La mayor parte de las ideas de nuevas tecnologías y mecanismos de producción —admiten empresarios y fuentes oficiales— es importada, y el principal receptor es, justamente, la industria logística, el motor de una cuarta parte del producto interno bruto (PIB).
Los expertos creen que, en parte, el rezago del país en innovación radica, paradójicamente, en sus fortalezas. Su posición geográfica y el éxito de los negocios vinculados con eso han sesgado el interés de estudiar cambios. Innovar cuenta en la agenda de pocas empresas. “Tal vez aquí se cree que la innovación es un asunto de los países ricos”, esgrime Víctor Sánchez, investigador jefe de innovación empresarial de la Secretaría de Ciencia y Tecnología panameña (Senacyt).
La emprendedora Carla Lacevicius tal vez no entienda el porqué de la desmotivación. Su compañía, Toth Research&Lab, ha sido premiada este año como la más innovadora por su proyecto de uso sostenible del agua a través del manejo de las grasas residuales que van a la red de alcantarillados de la capital.
La empresa propone la construcción de sistemas de trampas (las obras civiles las tercerizan) que se apoyan en biodigestores que diluyen la grasa. Como ella, otros comerciantes galardonados por su emprendimiento plantean reformas a la industria de los alimentos, con granjas verticales controladas, que reduzcan el uso de pesticidas, o el control químico de patógenos que afecten la industria pesquera.
Sánchez asegura que aunque poco, el repensamiento de los métodos de producción en Panamá se ha centrado, además de en la agricultura, el ambiente y la logística, en la industria farmacéutica y biotecnológica (multinacionales se han instalado en zonas de libre comercio como Panamá Pacífico o de innovación como Cuidad del Saber), en la energía y en las TIC, el sector más prometedor, según los empresarios.
Esos sectores son los que han sostenido la mejora de Panamá en el ramo innovación del Í;ndice de Competitividad Global. Entre el 2012 y el 2013, por ejemplo, el salto del país en la lista que confecciona el Banco Mundial (avanzó nueve puntos) se debió principalmente al reclutamiento de científicos.
En el caso del sector financiero, se han estado introduciendo cambios de plataformas tecnológicas, todas importadas, reconoce Sánchez, aunque por cuestiones de mercado (una reciente encuesta de un diario local develó que los panameños desconfían de las transacciones en línea) no ha habido revoluciones con los clientes que promuevan ventajas competitivas ni abran nuevos nichos de mercado.
“Cuando pensaríamos que debíamos tener una posición de liderazgo en esto, porque tenemos un centro bancario regional, no lo somos. Debemos ser más agresivos y generar tecnología”, insiste el investigador de Senacyt.
Un grupo de bancos estudia las posibilidades de generar un monedero electrónico panameño, intentando que eso sortee el nivel de bancarización (que si bien es alto, en comparación con Latinoamérica —92 sucursales bancarias y ATM por cada 100.000 habitantes—, debe crecer).
Para el 2018, el país espera apuntalar su perfil de productor de nuevas tecnologías, principalmente las de las TIC, entendiendo que esa industria es la base de la innovación de todas las demás.